COVID-19 es una pandemia sin precedentes que ha puesto la sociedad en una situación de excepción en casi todo el mundo.

Debido a que el virus tiene un período de incubación de alrededor de 14 días, y que mucha gente es asintomática, ha sido muy difícil contener la infección. La solución más drástica ha sido pues reducir el contacto con otras personas, mediante el distanciamiento social y la cuarentena. El objetivo principal perseguido con esta decisión ha sido el aplanar la curva de infecciones para tener tiempo de organizar una estrategia para mantener la pandemia y limitar el número de casos complicados.

La provisión de tests y material y el descenso de las hospitalizaciones está permitiendo a los gobiernos centrarse en el desconfinamiento. Para poder aplicarlo, sin embargo, es necesario poder mantener el número de infecciones bajo control, y es primordial tener más y mejores datos sobre cuánta gente está infectada, cuánta lo ha estado y tiene anticuerpos y cuánta no.

Es aquí donde entran las estrategias de desconfinamiento. Por una parte, mejorando la información disponible haciendo tests masivos, tanto serológicos (para detectar anticuerpos) como PCR (para detectar la presencia del virus); y por otra parte, comunicando y compartiendo mejor esta información para poder saber rápidamente quién ha estado en contacto con el virus y si es necesario poder proceder a una cuarentena selectiva.

Contact-tracing para luchar contra la propagación

El contact tracing no es nada nuevo. En todos los países existen protocolos de contact tracing que se ponen en marcha en caso de enfermedades infecciosas. Estos protocolos (como contaba Louis Gutierrez, director ejecutivo del Massachusetts Health Connector en la conferencia de imPACT hace unos días) se realizan de forma manual: el paciente se pone en contacto con el centro, este le hace una serie de preguntas, y conjuntamente intentan hacer una lista de con quien ha estado en contacto la persona en las últimas 48 horas. Este proceso, manual, no escala. Ahora, dado el gran número de infecciones, ha surgido la necesidad y la oportunidad de abordar el problema mediante el contact tracing automático.

Para ello, tal y como resumen desde el DP3T (iniciativa de varias universidades Europeas), se están proponiendo soluciones que abordan el problema de maneras distintas mediante diseños que intentan minimizar la recuperación de datos. Hay dos enfoques. El primero, centralizado, en el que los grafos de interacción entre usuarios se construyen de forma centralizada en servidores. El segundo, descentralizado, en el los datos de contacto se almacenan sólo en los dispositivos de las personas y en caso de contagio se crea una lista (en un servidor) donde se almacenan los identificadores (efímeros y no atribuibles) de los infectados.

En esta línea, la comisión Europea publicó el jueves pasado una caja de herramientas (Mobile applications to support contact tracing in the EU’s fight against COVID-19, Common EU Toolbox for Member States), una lista de recomendaciones que deberían seguir el desarrollo de aplicaciones de trazabilidad (a saber, que sean voluntarias, aprobadas por la autoridad sanitaria nacional, que preserven la privacidad – los datos personales están encriptados de forma segura – y desmantelado tan pronto como ya no se necesite). Y el Parlamento Europeo se decantaba por una aproximación descentralizada en la «que […] los datos generados no se almacenen en bases de datos centralizadas, que son propensas a posibles riesgos de abuso y pérdida de confianza y pueden poner en peligro su asimilación en toda la Unión» y exigiendo «que se descentralice todo el almacenamiento de datos», secundada también por una declaración conjunta de varios científicos e investigadores en todo el mundo.

Pasaporte inmunológico

Adicionalmente, y con el objetivo de relajar las condiciones del confinamiento, algunas autoridades están planteando poder agilizar la verificación de quién está inmunizado mediante el uso de un tipo de pasaporte electrónico que contenga credenciales digitales.

Al realizarse los análisis serológicos, los laboratorios o los centros de salud podrían dar los resultados directamente a los pacientes, a parte de en papel, en formato digital, para facilitar la verificación en caso de necesidad por las autoridades competentes.

Es importante tener en cuenta que se trata de datos personales sensibles, y es importante también considerar que cualquier solución tecnológica que se utilice debe poder ser compatible y escalable con los sistemas de información existentes.

La comunidad se ha puesto en marcha

Es por ello, que varias empresas que actualmente trabajamos en el desarrollo de tecnologías respetuosas con la privacidad y la protección de los datos personales estamos uniendo nuestras fuerzas y conocimiento para dar una respuesta conjunta a este reto, a través del Covid Credential initiative (CCI, https://covidcreds.com ). Concretamente, se han creado varios grupos de trabajo con el objetivo de definir y priorizar el conjunto de credenciales verificables más útiles para la respuesta de COVID-19.

He aquí los primeros casos de uso  en los que se está trabajando:

  • Crear y mantener la red local de confianza: El caso de uso se centra en la cuestión de «qué se necesita localmente para expedir credenciales confiables (COVID-19 y otras)». Se espera que en los próximos meses y años se expida un gran número de credenciales que serán pertinentes en contextos relacionados con COVID-19. Dado que esas credenciales proporcionan privilegios, como el acceso físico o digital, existe el riesgo de que las credenciales poco fiables proporcionen privilegios ilegítimos
  • Prueba de inmunidad por exposición y vacuna: Reducir de forma cuantificable la probabilidad de que los trabajadores que vuelven al trabajo sean portadores de COVID-19

Del mismo modo, la fundación DIF (Decentralized Identity Foundation) de la que formamos parte también, está proponiendo la creación de un grupo de trabajo que dé cobijo a la iniciativa para poder garantizar que todos los resultados de las colaboraciones estén protegidas por el marco legal adecuado y que sigan siendo libres, de código abierto y ampliamente usables.

Here be dragons

De momento el enfoque que se le está dando al problema desde estas comunidades es sobretodo técnico: cómo poder proporcionar una solución coordinada y consensuada desde el sector, juntando las mejores prácticas y la experiencia de los profesionales.

A pesar de la buena intención de la iniciativa y de los indudables beneficios que puede conllevar el uso de un carné de inmunidad, se plantean dudas morales respecto a su uso. Tal y como lo cuestiona en este artículo, que las administraciones planteen que sean los que se hayan curado del virus sean quienes vuelvan a trabajar y obliguen a usar para ello un pasaporte de inmunidad, ¿podría ello acabar marginando del mercado laboral a los más vulnerables, a los que quería proteger?

Otras dificultades podrían también acabar alejando la idea de un pasaporte inmunológico a corto plazo. Como remarcan en este otro artículo, todavía sabemos muy poco sobre cómo es la inmunidad humana a la enfermedad, cuánto dura, si una respuesta inmune previene la reinfección, y si todavía puede ser contagiosa incluso después de que los síntomas se hayan disipado y se hayan desarrollado anticuerpos IgG. Las respuestas inmunológicas varían mucho entre los pacientes, y todavía no sabemos por qué. La genética podría desempeñar un papel importante.

Únete

Es por ello que desde el CCI, se está haciendo una llamada a la comunidad científica y a la comunidad sanitaria para unirse a la iniciativa, para poder contribuir desde su experiencia a validar el enfoque que se le está dando a cada caso de uso y poder dar una visión concreta sobre las necesidades que puede tener el sector, minimizando los riesgos, no sólo técnicos, sino también éticos y morales.

Para unirte, puedes hacerlo a través de la página web del Covid Credentials Initiative, en https://covidcreds.com


Xavier Vila Pueyo
Product Manager en Validated ID